Había una vez dos mejores amigas que se querían mucho. A ambas les gustaba alguien, pero todavía no se habían contado nada. Cada día trataban de acercarse disimuladamente al chico y de conquistarlo.
Un día cuando Marta y María se encuentran a la entrada del colegio:
-¡Hola María! ¿Dónde andabas?
– Andaba hablando con el chico que me gusta.
– ¿Pero no estabas con el Mario?
– ¡Sí! Me gusta.
– Pero… A mí también me gusta Mario.
No se escuchaba nada, ambas estaban en silencio.
Luego de eso por algunos días no se hablaron y se evitaban, solo se saludaban y despedían a la entrada y salida del colegio. Hasta que un día en el recreo de la escuela:
– ¡Marta! Me canse de este silencio.
– La verdad que yo también.
– Quiero decirte que te quiero mucho, pero no me voy a rendir.
– Yo tampoco me rendiré, así que te deseo suerte.
– Yo también te deseo suerte, espero que nos sigamos llevando bien
– ¡Claro!
Marta y María se abrazaron. Cuando iban a volver al curso ven pasar delante de ellas a Mario… ¡¡¡SORPRESAAA…!!! iba muy abrazado a una chica. Se detuvo delante de la escalera, se besaron y cada uno fue hacia su curso.
María y Marta, sin poder creer lo que acababan de ver estaban serias mirándose hasta que de pronto se empezaron a matar de la risa, no podían parar de reírse y así riéndose volvieron a su curso, ahora sí, ellas también abrazadas.
